Evangelio San Lucas 13, 18-21
Luca, preferentemente, ha recogido las parábolas que hacen hincapié en el comportamiento y la suerte de los hombres en el mundo: el buen samaritano (12, 25-37), el rico necio (12, 16-21), el hijo pródigo (32,17-32), el administrador deshonesto (16, 1-13), el rico Epulón y Lázaro el mendigo (16, 19-31), pero en esta parábola habla del Reino de Dios, oculto en realidad y en el comportamiento de la semilla de mostaza que, proverbialmente pequeña, se convierta en un arbusto frondoso y en el puñado de levadura que fermenta desde dentro una gran cantidad de harina.
El Reino de Dios ya está actuando en el mundo, pero opera en la historia de acuerdo al estilo de Jesús: en la pobreza y en la poca consideración religiosa y política. Dios va realizando su proyecto con aquello que es pequeño, despreciado y no cuenta (cf. 2Cor 2, 4ss). Como el grano de mostaza, también Jesús fue sembrado en la tierra. Pero de esta manera se convirtió en el árbol de la vida ofrecida a todos los hombres. Él fue sepultado a toda prisa, como algo inmundo, la víspera de la Pascua hebrea (cf. Jn 19, 31-32). Pero así se convirtió en el fermento de novedad de la tierra, abriendo sus sepulcros (cf. Mt 27, 52-53).
Estas parábolas nos ayudan a ver y entender el plan de Dios como lo ve Dios. Como le sucedió a Jesús, así les sucede a la Iglesia y a cada cristiano. La semilla crece y produce la vida sólo si muere (cf. Jn 12, 24). Mientras que todo lo demás al morir se pudre para siempre, la semilla, muriendo, se convierte en plantas, flores, frutos. La muerte no puede vencerla, sino que la hace realizarse; la hace ser lo que es: vida que supera a la muerte.
La semilla se somete a la tierra, la levadura se oculta en la masa. La eficacia del Reino de Dios no es eficiencia humana, sino continuación de la historia de Jesús humillado, rechazado y sepultado en tierra. La ostentación y la grandeza son contrarias al Reino de Dios, arruinando a la Iglesia y su misión en el mundo. La levadura que debe fermentar la masa que es el mundo, es la sabiduría de Cristo Crucificado. La masa del mundo debe pasar de la levadura de los fariseos (cf. Lc 12,1) a la de Cristo, mediante la pobreza, la humildad y la humillación. De lo contrario, lo único que se logra es entorpecer la obra de Dios en la historia.
El Reino en esta tierra se hace presente en la comunidad de Jesús y de los hombres que le pertenecen. Es una pequeña realidad que debe enfrentar la gran tarea de evangelizar y salvar el mundo, pero que no debe perder la fuerza agresiva de la levadura, es decir, no debe diluir el mensaje de Cristo. Los seres humanos que han aceptado la propuesta de Cristo y han asumido la tarea de fermentar la humanidad, no pueden permanecer segregados del mundo. Los cristianos no siempre entienden su realidad de levadura del mundo, además porque tomar conciencia de esta misión no nos deja tranquilos en nuestra pereza, sino que nos despierta y compromete hasta el extremo de las fuerzas.
Jesús no ha mirado al hombre desde arriba, no se ha mantenido fuera de la sociedad a la que se dirigía, sino que buscado elevarla desde dentro. Los cristianos, replegados sobre sí mismos, como individuos y como grupos, que centran todo en sus propios intereses, incluso espirituales, son la negación del espíritu y de las intenciones de la parábola de la levadura.
Estas parábolas han sido recordadas para reforzar en la fidelidad y en la esperanza a los primeros cristianos que no veían inmediatamente los resultados de la venida del Salvador y estaban sorprendidos de que la palabra de Jesús al parecer no cambiara nada. ¿Cómo así que, si esta palabra es de Dios, no los convence a todos y parece ser ineficaz? La parábola explica el misterio: ya ha llegado el Reino de Dios, porque fue sembrada la semilla; todo se convertirá, lentamente, en el secreto y en la humildad, pero irresistiblemente… Es una pequeña semilla, pero tiene tanta fuerza.
Quisiera despertar en todos nosotros la misma esperanza y confianza respecto a nuestra Congregación, dedicada a su propia reestructuración: puede parecer que todo proceda como de costumbre, pero ha sido sembrada la semilla. Estamos preparando el terreno (la reestructuración) de modo que no sea asfixiada la buena semilla que el Espíritu del Señor ha brindado a la Congregación (el carisma). Creo que ya ha comenzado el "crecimiento". Sin embargo, no debemos creer sólo en la verdad de la Palabra de la Cruz y del carisma, sino, algo más difícil, tener confianza en su eficacia. ¡Si falta esta confianza se derrumba todo!
La participación en este proceso de reestructuración no debe reducirse sólo a preparar el terreno para que dé frutos, sino que también tendrá que preocuparse de que la simiente siga siendo buena. Desde el Concilio Vaticano II hasta hoy, en todos los campos, de la pastoral a la evangelización, de la renovación de la liturgia a la de los Institutos Religiosos, etc., en general en la Iglesia ha sido más fácil el estudio y la selección de estructuras y metodologías que la reflexión sobre sus contenidos: muy a menudo se movió el terreno, y era necesario, pero también era necesaria la preocupación por sembrar una buena semilla. En el camino de la reestructuración ¡debemos evitar el error de que un aspecto vaya en detrimento de otro!
Es hora de disponernos a buscar no sólo el “cómo decir y cómo hacer” sino el “qué decir y qué hacer”. La semilla es Jesucristo Crucificado y Resucitado. Para llegar a una auténtica reestructuración, nos los ha recordado varias veces el Padre General al comienzo del proceso, es necesario que ella sea total, es decir, que afecte las estructuras, cuando sea necesario, pero que también nos renueve a todos cuidando los valores fundamentales de la vida espiritual, de la vida comunitaria y del apostolado, de acuerdo con las enseñanzas de San Pablo de la Cruz presentes en las Constituciones, es decir, con los valores esenciales de nuestro carisma.
En conclusión: la memoria del Hijo de Dios Crucificado es nuestra levadura y nuestra semilla. Pero parecen pequeñas, débiles, indefensas, ineficaces y escandalosas. Por ello, estamos tentados constantemente a elegir y hacer cosas más vistosas y fuertes, conforme a las expectativas de la gente de nuestro tiempo…, tentados a preferir… "los frijoles" que son más gruesos, consistentes y apetitosos…, pero ahora esta es la ley y la experiencia de la Iglesia: si siembras plantas de frijoles, crecerán sólo plantas de frijoles; si siembras la Palabra de la Cruz, ¡se manifestará el Reino de Dios!
P. Leone Masnata, cp
P. Leone Masnata, cp
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